Como sabéis -y no me canso de repetirlo cada año, porque todavía hay quienes no lo han entendido-, el Racimo de Oro es mucho más que una condecoración local: es una distinción nacida del corazón de este pueblo para reconocer el esfuerzo, la entrega y el compromiso de personas, entidades y colectivos que han contribuido, desde distintos ámbitos - social, humano, económico o cultural-, al crecimiento y al prestigio no solo de Trebujena, sino también de Andalucía, de España y del mundo.
Lo que
define al Racimo de Oro es su vocación universal. No premia únicamente lo
cercano, sino lo valioso. No se ancla en el terruño, sino que proyecta nuestras
raíces hacia el mundo. Por eso, año tras año, hemos visto cómo esta distinción
ha sido compartida por nombres tan dispares y a la vez tan hermanados en su
mérito.
El corazón inmenso de
Pepi Núñez, que late firme en tierras etíopes, comparte distinción con voces y
manos comprometidas como las de Mesa Jarén, Marcelino Camacho, Pepe López, Pepe
Chamizo, Médicos Sin Fronteras, la Cruz Roja Ecuatoriana o tantos hombres y
mujeres que, desde el sector sanitario, han hecho de la entrega su vocación.
También ha sido
reconocido nuestro rico y vibrante tejido asociativo, ese que da pulso a la
vida comunitaria: las cooperativas Palomares y Albarizas, la Banda de Música,
el Club Trebujena, la Peña Ciclista, el Club de Baloncesto, la Peña La Trilla,
el Centro de Adultos, la Asociación de Mujeres Doña Palomares Oliveros o
DOPEBECO Sociedad Cooperativa Andaluza. Todos ellos han marchado bajo un mismo
estandarte: el Racimo de Oro, símbolo de un abrazo colectivo que enlaza
generaciones.
Así, nuestros paisanos
Antonio Romero “El Litri” y Pepe Aguilar figuran, con merecido orgullo, junto a
gigantes de las letras como Antonio Gala, Rafael Alberti, Caballero Bonald,
Almudena Grandes, Luis García Montero o Jesús Maeso. Sus nombres resuenan con
la misma dignidad en ese panteón de sensibilidad y palabra.
Y en los ámbitos del
arte y el deporte, otro de nuestros grandes, Juan Robles, comparte este
galardón con el Cádiz Club de Fútbol y con figuras eternas como Antonio el
Bailarín, Manolo Sanlúcar, Carlos Cano, Salvador Távora, María Galiana, Benito
Zambrano o Estrella Morente. Voces y cuerpos que han elevado lo cotidiano a la
categoría de arte.
Porque el
Racimo de Oro no levanta muros: construye puentes. Nos une en la solidaridad,
en la cultura, en la identidad compartida y en el deseo profundo de paz y
entendimiento entre los pueblos.
Hoy, a
este extenso y admirable elenco de personas e instituciones, se suma un nuevo
nombre. El Ayuntamiento de Trebujena, en sesión plenaria celebrada el 21 de
julio de 2024, acordó por unanimidad conceder el Racimo de Oro 2025 a la
Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui "La Daira".
Una
decisión que honra tanto a quienes la reciben como a quienes la otorgan. Treinta años
de compromiso: La Daira, luz solidaria entre dos pueblos
En los confines del desierto del
Sáhara, donde la arena esconde historias de resistencia y el viento arrastra
voces que claman justicia, vive desde hace medio siglo un pueblo condenado al
exilio. El pueblo saharaui, desplazado de su tierra, permanece refugiado en los
campamentos de Tinduf, en Argelia, desde que el conflicto del Sáhara Occidental
lo obligó a abandonar sus hogares, sus raíces y su futuro inmediato.
Allí, entre jaimas, escasez y
dignidad, ha crecido ya más de una generación que no ha pisado la tierra que
pertenece a su historia. A pesar de los esfuerzos de la comunidad
internacional, esta sigue siendo una de las crisis humanitarias más largas,
silenciadas y olvidadas del planeta. Sin acceso regular al agua potable, con
alimentación limitada, una atención médica insuficiente y un sinfín de desafíos
diarios, los campamentos de refugiados han resistido gracias a la fortaleza de
su gente… y a la solidaridad de quienes, desde otros rincones del mundo,
decidieron no mirar hacia otro lado.
Fue precisamente ese espíritu el
que, en 1995, hizo nacer en Trebujena la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui “La Daira”.
El nombre mismo, “daira”, alude a las unidades administrativas en las que se
dividen los campamentos, pero también remite a la cercanía, a lo cotidiano, al
tejido comunitario que une a familias enteras en el desarraigo. Así, “La Daira”
de Trebujena se convirtió en una extensión de aquellas otras dairas saharauis,
tendiendo puentes invisibles de solidaridad, amistad y justicia entre el sur de
España y el corazón del desierto.
Desde su fundación, la asociación
se marcó como objetivos:
·
Fomentar
el estudio y la comprensión del conflicto del Sáhara Occidental.
·
Fortalecer
los lazos históricos, culturales y humanos entre España y el Sáhara, recordando que muchos saharauis hablan
nuestra lengua, conocen nuestra historia y comparten siglos de relación.
·
Divulgar,
promover y recabar apoyo en favor de la causa saharaui, para que no caiga en el olvido.
·
Impulsar
proyectos concretos
que mejoren la calidad de vida en los campamentos, enfrentando la precariedad
alimentaria, sanitaria y educativa.
A lo largo de tres décadas, “La
Daira” ha transformado esos objetivos en acciones constantes, humanas, y
profundamente transformadoras. El proyecto Vacaciones en Paz,
emblema de la solidaridad entre pueblos, fue la primera gran semilla: en 1995
llegaron a Trebujena los primeros niños y niñas saharauis para pasar el verano
en familias de acogida. En sus rostros, la ilusión de vivir una experiencia
diferente; en los hogares que los recibieron, el despertar de una conciencia
que ya no se apagaría.
Desde entonces, cada verano se ha
repetido ese milagro cotidiano. Los niños traen consigo no solo sus historias,
sino también la realidad de los campamentos, contada sin filtros. Y en el
reencuentro con sus familias temporales, Trebujena se convierte en un lugar de
memoria compartida, donde la solidaridad se hace carne.
Junto a esta iniciativa, se han
desplegado numerosas campañas de sensibilización en centros educativos,
asociaciones, plazas y calles. Entre ellas destacan:
·
Semillas
solidarias, que siembran conciencia en las
aulas.
·
Cartas
a los Reyes Magos,
que cruzan el desierto con los sueños de los más pequeños.
·
Roscones
solidarios, carreras populares, mercadillos y eventos que, además de recaudar fondos, mantienen
viva la presencia de la causa saharaui en la vida cotidiana del pueblo.
Cada 20 de junio, coincidiendo
con el Día
Mundial del Refugiado, “La Daira” organiza actos de
sensibilización y convivencia, recordando que Trebujena también es hogar para
la población saharaui residente en la localidad, y que la solidaridad no es
solo un gesto puntual, sino un compromiso permanente.
El trabajo de “La Daira” no se ha
limitado al terreno emocional o simbólico. Con el apoyo del Ayuntamiento de
Trebujena y la generosa implicación de su ciudadanía, se han llevado a cabo proyectos
materiales que han aliviado necesidades reales en los campamentos:
·
Entrega
de material ortopédico
(sillas de ruedas, andadores, muletas, pañales de adultos…) al centro ASAVIN,
que atiende a personas afectadas por minas antipersona. Esta entrega se ha
mantenido durante años gracias a las caravanas solidarias.
·
Proyecto de envío de 100 cubas de
agua, vitales en un entorno donde el acceso al agua potable
sigue siendo un bien escaso y valioso.
·
Durante la pandemia de la
COVID-19, cuando no fue posible llevar a cabo “Vacaciones en Paz”, la
asociación puso en marcha una entrega de cestas de alimentos básicos adquiridas en origen
para las familias de los menores que no pudieron viajar.
·
Donación de género textil
nuevo a la Asociación Saharaui Dr. Beituha, para su
distribución entre mujeres, personas con discapacidad y estudiantes de centros
de educación especial.
·
Envío de medicación y
material sanitario al Hospital Nacional de Rabuni, con un
enfoque especial en el seguimiento del embarazo y el parto. También se
entregaron 350
lotes de nutrición infantil y ropa de bebé, además de gafas
recicladas para el servicio de oftalmología, libros y juegos de mesa para las
bibliotecas de los campamentos.
Cada uno de estos gestos, lejos
de ser anecdóticos, ha contribuido a mejorar la vida de cientos de personas.
Pero más allá de lo material, ha reafirmado una certeza: el pueblo saharaui no
está solo.
Treinta años después, “La Daira”
sigue siendo un faro. Su constancia, su entrega silenciosa, su activismo sin
pausa han merecido no solo el cariño de quienes han compartido este viaje, sino
también el reconocimiento institucional.
Por ello, el Ayuntamiento
Pleno de Trebujena, en sesión celebrada el 21 de julio
de 2025, ha acordado por unanimidad conceder el Racimo de Oro
2025 a la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui “La Daira”,
como símbolo de gratitud, admiración y compromiso colectivo.
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